2005/09/19
20 AÑOS DE TREGEDIA Y DOLOR EN MEXICO
Por: Antonio Morquecho
foto: periodico prensa de mexico
MEXICO D.F.-En la catástrofe más terrible de la que se tenga memoria en la ciudad de México, ese 19 de septiembre de 1985 descubrimos la maravilla de ser mexicano. Aún permancen en el alma las cicatrices de la herida, el dolor de perder seres queridos, pero también, y sí lo hay, el saldo positivo que vendría, fue el sabernos capaces de resistir, sobrevivir, remontar el vuelo desde los umbrales, la ceniza, la podredumbre. La tierra aún se movía cuando hombres y mujeres, hermanados, hombro con hombro, con picos, palas y sus propias manos, iniciaron el rescate en la muestra de solidaridad más emotiva de la historia.
Hoy hace exactamente 20 años, el 19 de septiembre de 1985, a las 7:19 horas, la ciudad de México sufrió el peor terremoto de su historia. A dos décadas de la tragedia los especialistas del Instituto de Geofísica de la UNAM, dan testimonio de lo pasado y lo que estará por venir. Cinna Lomnitz, Jaime Yamamoto Victorio, Shri Krishna Singh, Carlos Valdés y Javier Pacheco, dan sus impresiones.
cinco minutos.
Cinco minutos después de las 7:10 de la mañana, la región más transparente se hallaba inmersa en el estupor de sus ruinas
viene de la pagina tres
La vulnerabilidad de la ciudad de México ante los fenómenos naturales quedó en evidencia durante el terremoto del 19 de septiembre de 1985. Los sismos del 19 y 20 causaron daños sin precedente en la capital, ciudad que vio destruidos muchos de sus más modernos edificios en algunos minutos. La ciudad de México no ha sido ajena en su historia a frecuentes y grandes sismos; las crónicas, diarios y gacetas de la capital abundan en descripciones de terremotos ocurridos en el pasado. Muchos de ellos ocasionaron daños de consideración, aunque nunca se había visto destrucción de la magnitud y extensión sufridas en septiembre de 1985.
Aquel día de hace 20 años, el reloj de la Torre Latinoamericana marcaba las 7:19 horas, cuando los habitantes de la capital del país y otras entidades fueron sacudidos por un movimiento de tierra que contenía la fuerza similar a 90,000 bombas atómicas. La réplica del 20 de septiembre, registrada a las 19:38 horas, trepidó de nueva cuenta a edificios, casas y seres humanos. Se habló de 10,000 muertos, la cifra oficial 5,800.
Varios recién nacidos fueron rescatados de entre los escombros, miles de personas también.
De entre el silencio, seguido de gritos y lamentos, de una nube de tierra, polvo, gases que recaban la garganta surgieron los mexicanos más pobres económicamente, pero los más ricos en sentimientos, con picos y palas, con sus mismas manos, hombro con hombro en una labor titánica, heroica, empezaron las labores de rescate; el gobierno, las autoridades llegaron después a continuar la obra que la sociedad civil inició en una de las muestras más emotivas de solidaridad que ha visto el pueblo de México.
Los primeros días fueron de tortas, ya que no se permitió en las zonas afectadas encender nada, bolsas enormes eran mandadas desdes las colonias menos afectadas. La lucha intensa fue por el agua potable, la cual se racionó por familias.
En los albergues, miles de niños, mujeres, ancianos y hombres, muchos heridos, todos hambrientos, ahí apareció otro "ejército", el de las mujeres, señoras de trenzas y mandil, sus armas: las cazuelas, las ollas de barro; cocinaron arroz, frijol, sirvieron agua, café, thé, lo que se tenía.
Las costureras de San Antonio Abad, las telefonistas de la central de la calle Victoria. Plácido Domingo, gran tenor, gran hombre. Aportó recursos y apoyo en agradecimiento a su segunda patria. Imágenes que jamás se olvidarán.
Miles esperaron por horas bajo los escombros a ser rescatados mientras se aferraban a la esperanza, presos de desolación.
A pesar del caos México demostró sus enormes capacidades cuando de solidaridad se trata: en minutos se organizaron brigadas ciudadanas, seres humanos entregándose para salvar, apoyar. Sin distinciones sociales: señoras ricas, obreros, empresarios, socorristas, estudiantes: todos unidos en pos, en aras de magnificar la ayuda al prójimo.
Lo material pierde relevancia, pero la capital se quedó sin los hoteles Regis, Del Prado #)famoso por el controvertido mural "Paseo Dominical por la Alameda" de Diego Rivera, y otros muchos emblemas arquitectónicos característicos de tiempos mejores, épocas de aquella "región más transparente", donde se podía transitar libremente, existir, sentirse en parajes similares a lo que debe ser el cielo.
La madre hecha añicos al ver a sus vástagos muertos, el soldado, generalmente duro, reflejando desolación e intensos ojos incapaces de ocultar tristeza; jóvenes universitarios fieles a una educación en pos de servir al necesitado; médicos rogando por templanza y sabiduría para realizar un trabajo eficiente; periodistas en la búsqueda de narraciones objetivas en momentos donde la cordura parecía ser desplazada; gente a la que cualquier error o pecado se les perdona, pues actos de bondad de tal envergadura quitan manchas.
El sismo de 1985 dejó muchas e importantes lecciones, el pueblo es autosuficiente y mucho se podría lograr si de la unión hiciéramos práctica constante.
"El color del amanecer presentaba una brillantez anómala, podría decirse enfermiza. Se sentía el silencio: un silencio extraño, grávido de una premonición siniestra. A las 7:19 am el subsuelo de la ciudad de México se movía como un dinosaurio gigantesco saliendo de su sopor. Cinco minutos después, la región más transparente se hallaba inmersa en el estupor de sus ruinas: había tenido lugar el más grande desastre que registra su historia", señala el investigador Jaime Yamamoto Victorio, en su trabajo "Terremotos. Una rendija al Apocalipsis".
"Los hospitales destruidos, las costureras atrapadas, los niños, los gritos de auxilio y la impresionante respuesta de la población. En 1985 estábamos tan indefensos, sin saber qué hacer ante problemas muy gruesos, tan enormes como los montones de ruinas de concreto", recuerda el investigador Cinna Lomnitz, especialista en sismología.
"No tratamos de estudiar Marte o las estrellas, que si no lo hacemos nosotros los estadounidenses, por ejemplo, lo pueden hacer; nosotros estudiamos el comportamiento de nuestros temblores y si no lo hacemos aquí (en México), nadie lo va a hacer. Lo lamentable es que no lo estamos haciendo tan bien como deberíamos", afirmó Shri Krishna Singh, investigador del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
México está en la actualidad mejor preparado para afrontar un fenómeno sísmico de fuertes dimensiones: los reglamentos de construcción han mejorado conforme se van generando conocimientos, y sólo se necesita del apoyo económico para que la sismología mexicana pueda superar el periodo difícil que enfrenta, dijo Cinna Lomnitz.
Carlos Valdés sostiene que, sin duda alguna, el aspecto económico es fundamental en el desarrollo de actividades científicas. "Por ejemplo, la tecnología en el caso de la sismología cambia constantemente, se mejora casi todos los días, y esto requiere de recursos económicos necesarios para mantenerse actualizados. Sin ello el avance que se logra es pausado y escaso. La ciencia es cara, pero no habría mejor inversión que esa en un país como México".
Sin embargo, Javier Pacheco se muestra un tanto escéptico en cuanto a un escenario mejor para la sismología mexicana en el futuro cercano. Asegura que, de continuar los problemas de financiamiento de proyectos de esta área que se han presentado en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología en los últimos dos o tres años prevé "un lento desarrollo de la sismología en el país, incluso (y esto ya se nota) un retroceso, debido a que no se están sustituyendo los investigadores que se retiran con jóvenes científicos".